Hoy quisiera que las horas, con su espíritu ligero,
con el rango y panorama del espacio que me tiende,
me trajeran de mi infancia el rubor que no se vende
la sonrisa picaresca de mi viejo compañero,
me acercaran a mi mesa de romántico viajero
aquel ciclo de ilusiones, una página que extiende
su murmurio de proyecto como un clámide que pende
desde el asa con que el bardo emulsiona su rimero;
desde el plexo de mi verbo, un hedónico barquero
que me lleva en su barquilla como añejo prisionero,
llego a un ciclo de paisajes, solitario y sin testigo
donde guardo aquellos rostros de mi círculo primero
y en mi ronda de locuras, como un bálsamo alfarero,
¡otra vez los tengo cerca, otra vez están conmigo!
Construido a las 8,13 del
9 de marzo de 2010-03-09
Rodolfo Leiro
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