Arquitecto de mis propias convicciones
en la augusta planicie de mis horas,
estrépito de mis pláticas sonoras
que dispersan mis raras sensaciones,
en mi mundo surcado de emociones
que devienen de utópicas esporas,
hoy mi canto, mujer, el que tú doras
como palio himental de pulsaciones,
lleva un cuño de madre en oraciones,
besa un vientre feraz de conmociones,
roza el rito imperial de tu armonía,
y en mi viejo cuaderno de figuras
te dibujo en un salmo de ternuras
sobre un cielo de rosas en tu día.
Construido a las 6,27 del
7 de marzo de 2010-03-07
Rodolfo Leiro
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