Cuando llegaba THELMA, la fiesta despertaba
sus síntomas traviesos, rugiente algarabía,
los rostros desperezan su mística de orgía,
la danza sus imperios de júbilo aportaba;
yo andaba en ese sismo, mi risa descarada
mientras que Thelma acaso la danza dirigía
y a veces, imprudente, graciosa se atrevía
a llevarme a la pista en rítmica alocada.
El tiempo fuese huyendo, su loca mascarada
se la cargaron años de lucha denodada,
las fiebres, los amores, el beso en una sombra;
y ahora que te miro, en la caja lustrada,
la vida es un minuto, ¡después nada de Nada!
Mi corazón de bardo en mi verso te nombra..
Construido a las 13,02 del
1 de septiembre de 2010.
Rodolfo Leiro
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