martes, 8 de diciembre de 2009

"POSTALES DEL AYER: ¡QUÉ VA CHA CHÉ!" artículo de Rodolfo Leiro en la web del barrio de Boedo







02-12-09 Escribe RODOLFO LEIRO



Letra y música de Enrique Santos Discépolo, cuyas letras solo pueden compararse con las de su propio repertorio.

Fue Discepolín un hombre que pasó a la posteridad por mérito propio y sus letras nos han ayudado a filosofar sobre la vida durante muchas décadas y muy posiblemente, lo seguirán haciendo en el futuro.



“¡Qué Va cha ché!”, mantiene su propia filosofía en el título y sobre esta obra del excepcional poeta, editada por Julio Korn en 1926, puede mencionarse acaso una circunstancia que pudo ser estrepitosa para el autor, si no fuere por que el convencimiento que mantenía acerca de la propia temática de sus canciones, lo llevó a superar estos pequeños o grandes contratiempos que, en general, salvo raras excepciones, han experimentado lo grandes creadores Argentinos.



Donde suele ocurrir que, cuando no hay silbidos, hay silencios que duelen algo más que la estría de una fusta.



Se lo ha considerado un hombre débil y yo suelo sostener que ha sido un hombre fuerte.



Esta obra fue estrenada en Montevideo, la fecha de este estreno no he podido establecerla y fue recibida con un concierto de silbidos singularmente estrepitoso, como para desanimar al más atrevido de los Poetas.



No es en mi concepto de lo más exquisito de su producción.



Sin embargo, hay una frase, en forma de pregunta, que podríamos mencionar.. después de casi noventa años de construida, mantiene una vigencia tan considerable, a tal punto que podría suponerse que ha sido escrita en el ríspido paso del presente:





¿Qué la honradez la venden al contado y la moral la dan por moneditas?





Fue actor, poeta, músico y yo le agregaría, con este atrevimiento que me han dado tantos años de escribir historias, el de Filósofo de pueblo.



En mi concepto, una definición que podría comulgar con su emblemática figura.



Hoy le dejo tatuado mi recuerdo, en estas dos palabras que acaso podrían sustentar el perdido eslabón de la impotencia:





¡Qué va cha ché!.







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